Ayer miles de mariposas volaban, brillantes y traviesas, haciéndome cosquillas en las paredes del estómago. Yo reia.
Hoy una amalgama de gusanos y alas inertes me duele a gris, a plomo y a novela barata.
Un frío ubicuo se me cuela por la piel, por la sangre, por la boca y me atraviesa los huesos y entonces no hay refugio ni consuelo ni abrigo ni hogar ni sosiego.
Y la náusea y la lluvia y el llanto y este frío y tanto gris y el borrón de mi ventana y otra vez la soledad -tan solitaria- que golpea impiadosa desde el otro lado de la cama y el plomo en las entrañas y sobre todo... el dolor...el duelo inevitable... por tantas pobrecitas mariposas muertas...
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