sábado, marzo 29, 2008

Huracanes en el tórax

En un vano intento de exorcizar sus demonios, Lara desechó la mitad de su guardarropas, tomó su tarjeta de crédito y desabasteció la librería, emparchó su corazón con cosméticos, compró sábanas nuevas y se cortó el pelo.

Retornó a su casa, se miró al espejo y se preguntó: “Y ahora ?”

Sentía los mismos huracanes en el tórax que al despertarse en la mañana. Lo único que había cambiado era que tenía su tarjeta en rojo y una desconocida la miraba atónita desde el otro lado del botiquín del baño.

Otro huracán la sacudió y le trajo el recuerdo de un beso carnoso. Sintió una punzada de dolor. Se arrodilló apoyando la frente en el borde de la pileta y se desarmó en lágrimas.

Ya está. Eso era.
Ahora nada.

Se incorporó, se lavó la cara y recogió su pelo con la ayuda de gomitas y hebillas varias. (Para qué se cortaba el pelo si después se lo recogía ? ) Igual no importaba.

Salió del baño y fue a su habitación. Aún había ropa en la cama, en la mesa de luz, en el piso. Se dispuso a ordenarlo todo, pero a los dos minutos le pareció una tarea tan agotadora, que decidió que le importaría muy poco tirarse en medio de sus faldas y camisetas y dormir largamente.

Y así lo hizo.

2 comentarios:

doble visión dijo...

Pd. Y soñó que navegaba montada en un espejo que a su paso, convertía sus lágrimas en finas gotas de cristales de arcoiris.

:)

espiritunomade dijo...

:-)